LA TORRE DE URSUA
Torre de Ursua - ArizkunPodemos hacernos una idea de cómo era la torre de los Ursuas, en Arizkun, por medio de un texto del siglo XVIII que la describe así: «Entre los Palacios y Casas antiguas que en el Valle de Baztán deste Reyno de Navarra llaman «Casas de Armería», se numera la de Ursua, Fortaleza a lo antiguo, fundada con Troneras y Cubos, Barbacana y Murallas, a distancia del Palacio, con Foso y Puente levadizo, que defiende su entrada».
Pues bien, en este escenario hemos de situar a uno de los señores de Ursua, en Arizkun, llegado el momento de buscar esposa puso su atención en una dama vasco-francesa, rica heredera, cuyo nombre era Juana de Lantaina. La cortejó algún tiempo, y pese al constante rechazo de ella, pronto hacía público su compromiso matrimonial, que había sido sellado con un trato familiar clásico.
Mucho debió sufrir la dama, pues además de no querer en absoluto a su prometido, estaba enamorada de un joven de su región. Pero contra las decisiones de su familia nada podía obrar. El señor de Ursua era un noble y el joven a quien ella amaba poco podía ofrecerle, aparte de su amor.
Sumida en una profunda tristeza, sin poder contener su amargura, la novia hubo de ponerse un día en camino hacia la casa del que sería su esposo. Se encargó de acompañarla junto a su dueño, a un hermano sacerdote. Pero cuando éste fue a despedirla, sorprendido, descubrió que la joven estaba embarazada.
Muy preocupado, el clérigo quiso saber quien era el padre de aquel niño que se estaba formando en el vientre de la mujer. Ella, afligida, prefirió ocultar que se trataba del joven al que amaba, con quien se había estado encontrando en secreto. Quiso entonces retenerla su hermano, para que se quedara a vivir en casa con sus padres, que de seguro la protegerían. Pero ella se negó, alegando que era imposible romper el compromiso matrimonial. Pensaba que tal vez era mejor que las cosas discurriesen por si mismas. Como viera que su hermano no quedaba convencido, compró su silencio prometiendo regalarle una valiosa espada. No sabemos si el sacerdote aceptó el soborno.
Lo que sí conocemos es que Juana de Lantaina se trasladó al Baztán, donde se hallaba la torre de Ursua, llevando consigo, como dote, cientos de carneros adornados con collares de oro. Podemos imaginarnos fácilmente la angustia y desesperación que la pobre mujer debía sentir, según se iba aproximando al solar propiedad de su prometido.
La vieja dueña de la torre bajó a recibir a la recién llegada. Muy afectuosa, la abrazó repetidas veces, a la par que le daba la bienvenida. Se dio cuenta entonces de que estaba embarazada, pero, tal vez por pena, o quizá porque comprendía cuánto sufrimiento le producía a la dama aquella unión forzada, la dueña se calló su descubrimiento.
Ermita de Santa Ana - Frente a la torre de UrsuaEn breve tuvo lugar la boda, que fue solemne y en la que no se escatimaron lujos. A ella acudieron invitados de toda Navarra, incluidos los familiares de la novia. Pero a lo largo de todo el día, pese a la animación reinante, Juana se mostró ausente, sin que nada consiguiera alegrarla. Aquella misma noche, cuando quedaron solos los recién casados en su alcoba nupcial, el marido descubría indignado el embarazo de su mujer. Pero en vez de manifestar su furia, se la guardó, y con exagerada calma le propuso ir a la ermita de la casa, que todavía no había visto, siquiera para rezar una breve oración. Ella, que no sospechaba que su esposo había descubierto su estado, bajó a la ermita llamada de Santa Ana, donde se arrodilló para orar unos momentos.
El señor de Ursua, mientras tanto, había ordenado a un criado que le dejase preparado junto al pequeño templo un caballo con las herraduras al revés. Luego se dirigió a la ermita, sacó del cinto el puñal y con él atravesó varias veces el vientre a su aterrada mujer, que cayó al suelo como un muñeco roto. Consumado su crimen, sin perder su sangre fría, el caballero limpió el puñal, montó en el caballo y marchó rumbo a Francia.
Tomado del libro «Nosotros los vascos. Mitos, leyendas y costumbres, Tomo I. Mitología» páginas 376 a 378. Editorial LUR. José Dueso.