CASTILLO AZKER DE URDAX, ARZKER, ASKAR

Luis Mª Ruiz Mendiburu

El 23 de junio de 1234, el monarca Teobaldo I concedió al segundo abad-prior del convento de Urdax Arnalder Bernardus (1230-1235) la tendencia y defensa del castillo de Asquer o Ascar (Azkar) que todavía figura en la demarcación del término redondo de 1589.

(Según la tradición recogida por Julio Altadill, las brujas lo demolieron para vengarse de uno de sus recalcitrantes centinelas).

Monasterio de Urdax

Por Eulogio Zudaire Navarra-Temas de Cultura Popular

Julio Altadill en su obra Castillos Medievales de Navarra escribe : «Por un documento fechado en Sanguesa, consta que la guarda de ese castillete fue confiada durante el reinado de D. Teobaldo I al Abad de Urdax en el año 1239».

Transcripción del citado documento relativo al castillo de Azker o Askar, fechado en 2 de Abril de 1329. «item una carta sieyllada con el sieyllo pendient del abbat de urdays, (Urdax) en como el dicho abbat de urdays et todo el Convento prometieron et otorgaron que como el Rey don Thibalt les oniese dado por nombre de deposito su castieyllo que dicen arzquer a goardar, de render al dicho Rey o a su cierto mandamiento qui sus letras abiertas mostrasse, el dicho castieyllo sin contradición et sin dilacion. Actum apud Sangossan anno domini m.º cc.º XXXº iiij, mense junii die veneris in virgilia sancti johanis baptiste».

El autor recoge un relato de una neskatxa, sirviente de la venta llamada Tejería de Urdax al interrogarla con ánimo de recoger sus impresiones relativas a los sorciers, las sorgiñas, al macho cabrío y demás personajes diabólicos que en los sabatinos congresos embrujados tomaron activa parte.

«Allí –apuntando a Urdax- había después de perder Nabarra su castillo de Amaiur, todavía quedaba en Urdax otro castillo pequeño, guardado por diez hombres que laboraban los campos del Monasterio durante el día y hacían guardia por turno durante las noches. Mi bisabuelo contaba que su padre les había referido que en Castilla hubo un Tribunal llamado La Inquisición el cual tenía declarada guerra a muerte a las brujas y los brujos, los diablos cornudos, negros, feos y peludos como el baso-jaun; que a las reuniones sabatinas acudían unos y otros con grandes algazaras, sonoros aparatos inarmónicos y destemplados, que allí se distinguían las mozas por su osadía, más hermosas que honestas. Yo no sé –agregó la relatante– porque no he leído a un señor que llaman D. Marcelino (alude a Menendez Pelayo) y que ha escrito algo sobre estas cosas, -no sé– repitió -si los furores desatados por la Inquisición fueron justos o apasionados; lo que sí recuerdo es, que nos han contado que la brujería vino a Nabarra desde los valles».