En 1898 Pedro Ciga Mayo adquirió la finca del
Señorío de Bertiz. Nos contaba en una ocasión una mujer, natural de
Oronoz, que en cierta ocasión, paseando Ciga con el guarda forestal del Señorío, se sorprendió de que éste arrancara una hoja de una planta y se la llevara a la boca para masticarla. Tras pedirle explicaciones lo despidió de inmediato.
No sabemos si tal historia era o no cierta. Lo que no cabe ninguna duda es del encendido amor que este hombre profesaba por la naturaleza. Fruto de tal pasión es el Parque Natural que hoy disfrutamos.
Tanto el Jardín, la zona más visitada y conocida, como el resto de los montes que completan las 2040 hectareas de este Señorío, son una muestra impecable de lo que el respeto al entorno puede llegar a conseguir.
No hablaremos apenas del Jardín. Para quien no lo conozca baste decir que en su interior (3,40 Has) alberga un total de 126 especies arbóreas de todos los rincones del mundo. Es el lugar visitado por la gran mayoría de visitantes de Bertiz. Sólo unos pocos atraviesan las verjas que les llevan más allá del mismo.
Pero es que en los montes que forman el resto, la conservación y el microclima especialmente húmedo han creado unos bosques de una belleza inigualable.
Pasear por los rincones y barrancos de Bertiz es una experiencia irrepetible.
Por eso contamos aquí este itinerario que, aunque señalizado perfecta y cuidadosamente, apenas es recorrido por unos cuantos conocedores del lugar. Las sensaciones de placidez, soledad y aislamiento son de las que dejan recuerdo.
Iniciamos el camino, entre otras cosas para evitar la masificación de gente que habitualmente se produce en la entrada del parque, pero por otro lado para ver también un edificio tan hermoso, el palacio de Erreparatzea (
Oieregi), desde el que, atravesando el puente medieval, nos internamos inmediatamente en Bertiz a través de una humilde puerta lateral. Tras recorrer una galería arbolada llegamos a la pista principal. Después de ver la recreación de una calera y una carbonera empezamos a caminar por la senda del barranco de Suspiro, que nos lleva ininterrumpidamente por el bosque, dando la vuelta a sus laderas.
Entre tres opciones describimos la de longitud media. Después volvemos por caminos más anchos hasta encontrar la pista de
Aizkolegi que nos devuelve al principio.
Conviene leer atentamente los numerosos paneles que dan explicaciones tanto sobre el Parque Natural como sobre aspectos de la vida rural de la zona.