El recorrido lo empezaremos junto a la piscifactoría de Anoz y podemos dejar el coche en la pista que entra al otro lado de la carretera y que va a las canteras de la “Mina”, que al menos al final del recorrido recomiendo visitar. El camino cruza el río Udarbe u Ollo que a los pocos metros se une al Araquil por un viejo puente y sigue el curso del río Araquil por su vertiente derecha. Gran parte de este puente, así como muchos de los árboles que veremos en el recorrido e incluso el propio suelo de los bosques están cubiertas de un arbusto trepador, siempre verde, de hojas ovaladas o en punta de flecha y frutos negros agrupados en una especie de paraguas, es la hiedra común, Hedera helix, una especie que aunque no es parásita puede llegar a ahogar algunos árboles. Esta planta presenta dos formas de vida muy diferenciadas, una forma estéril con hojas en punta de flecha que no da frutos y que desarrolla por el suelo o en las partes bajas de los árboles, es la que se encarga de extenderse y colonizar el suelo, y otra forma con hojas más alargadas, sin dientes y con frutos, que cuelga de las partes altas de los árboles porque no se puede agarrar a éstos y que se encarga de la reproducción.

El estrato arbóreo que atravesamos los domina la carrasca, Quercus rotundifolia, un árbol bellotero de hojas perennes, duras y dentado-espinosas que aquí desarrolla especialmente sobre las rocas de ofita de las que hablaremos más adelante en este recorrido y algunos robles de quejigos que se hacen dominantes sobre las calizas.

Entre los arbustos del sotobosque podremos reconocer algunos de hojas perennes como los aligustres, Ligustrum vulgare, algunos bojes, Buxus sempervirens y aladiernas, Rhamnus alaternus de hojas también dentado-espinosas como las de la carrasca.

Otros arbustos espinosos como los espinos albares, Crataegus monogyna, patxaranes, Prunus spinosa, zarzas diversas, Rubus y aulagas, Genista hispanica. Seguiremos siempre el camino que va más cerca del río dejando otras desviaciones que salen por la derecha.

Hacia el río podremos reconocer algunos de los árboles y arbustos típicos de sotos y riberas, como los fresnos, Fraxinus excelsior, mimbreras, Salix viminalis, en las isletas del río y chopos cultivados, Populus euroamericana, semejantes al chopo negro natural.

Poco más adelante cuando el sustrato que pisamos va cambiando a caliza, precisamente tras subir un pequeño repecho y alejarnos del borde del río el estrato arbóreo se ve dominado por otra clase del árbol bellotero, el roble quejigo, Quercus faginea, de hojas caducas aunque permanecen secas en el árbol gran parte del invierno, fuertemente dentadas, peor no espinosas. Éste árbol es más dominante y el suelo aparece más limpio de arbustos y más cómodo para darnos una vuelta y fijarnos en las plantas. Entre los arbustos bajos destacan los brezos, Erica vagans, de diminutas hojas, y la retama loca, Osyris alba, enebros, Juniperus communis, de hojas muy punzantes como agujas, espinos albares y patxaranes, además por supuesto, de zarzas.

Salimos del bosque y el camino se convierte en una pista que nos llevará directamente hasta el pueblo de Beasoain que vemos enfrente. El camino pasa entre campos de cereales arrancados al robledal del que queda algún testigo a los bordes del camino pero que lo vemos en todo su esplendor a la derecha encima del campo. Hacia abajo distinguimos en el fondo los bosques de ribera, chopera, que delimitan el río y al otro lado ya el dominio de los carrascales. Conforme nos acercamos al pueblo la influencia humana sobre la vegetación es cada vez más patente, vemos algunos cipreses plantados a los bordes del camino y en donde empiezan las casas del pueblo reconocemos las aladiernas, Rhamnus alaternus y los patxaranes, Prunus spinosa sobre los muros a la derecha y a la izquierda en talud de casa diversas plantas nitrófilas como mostaza negra, Sinapis arvensis, ortiga muerta, Ballota nigra, lechetreznas, Euphorbia characias y sobre todo cultivadas, entre las que cabe destacar por su exotismo una chumbera, Opuntia.

En el pueblo de Beasoain se puede visitar el lavadero restaurado, la iglesia y el conjunto del pueblo casi todo restaurado. Salimos a la carretera y nos dirigimos a Eguillor en la ladera del Mortxe.

En los bordes de carretera quedan vestigios del antiguo quejigal, pero sobre todo lo que contemplamos son los arbustos de frutos carnosos que los pájaros diseminan en los bordes y taludes, los rosales silvestres o escaramujos, Rosa, las zarzamoras, Rubus, patxaranes, Prunus spinosa, etc, así como las cardenchas, Dipsacus fullonium o cardo de cardadores muy característica. Dejamos el cruce y seguimos en dirección al pueblo.

En Eguillor tomamos a la derecha, junto a la iglesia y con buena señalización del recorrido y seguimos camino que recorre a media ladera y con una excelente vista del valle. A la izquierda del camino por encima del campo del cultivo contemplamos la ladera del monte dominada por un arbusto siempre verde de hojas punzantes, los enebros, Juniperus communis, que indican que esa ladera ha sido repetidamente quemada ya que la resina que contiene le permite sobrevivir mejor que otros arbustos a los incendios.

El camino llega a un altozano, al frente vemos la sierra de Satrústegui con su brusca terminación el Churregui y el Gaztelu y seguida la sierra de Ochovi o Bizkaia cortada por el río Araquil y la cantera en la foz de Oskia. Este bello paisaje es consecuencia de un diapiro, concretamente del diapiro de Ollo y de los agentes erosivos naturales. Por debajo de la gran capa de caliza que dejó el mar hace millones de años y que forman las sierras que vemos delante junto con todo el complejo de Andía y Urbasa, se encuentra un material más plástico, ofita, arcillas y sales, que se comporta como la crema de una tarta de hojaldre, con el peso de las calizas tiende a salir por el punto más débil y levanta las capas de caliza que vemos enfrente y luego el agua y la erosión hacen el resto. Por eso el Churregui, de roca caliza, presenta en su base, (poco más adelante de donde hemos dejado el coche) otro material gris-verdoso, la ofita, antiguamente explotada en una cantera para asfaltado de carreteras.

Sobre los espinos podemos contemplar algunas matas de muérdago, Viscum album, una planta parásita dispersada por los pájaros y con la que se fabricaba la antigua lica utilizada par caza de pajarillos vivos.

El camino que llevamos tras dar un giro de 120º desciende un poco se acerca a una repoblación de pino laricio, Pinus nigra, de grandes hojas bastante duras y tras salvar por paso una alambrada nos adentramos en el robledal de quejigo mejor conservado del recorrido y una buena muestra de lo que debía cubrir todas las laderas del recorrido en otros tiempos.

En este punto hay que estar un poco atento a las marcas, a los pocos metros de recorrer el bosque hay que dejar el camino principal y tomar el que sube por la izquierda casi en dirección contraria ya que se seguimos terminaremos en una propiedad privada cerrada con fuerte langa.

En este tramo hasta el pueblo de Saldise el camino recorre un bonito quejigal que merece la pena contemplarlo con detenimiento, el estrato arbóreo es casi monoespecífico de quejigo, Quercus faginea, en el estrato arbustivo destacan los aligustres, Ligustrum vulgare, el boj, Buxus sempervirens, patxaranes, espinos albares y enebros fundamentalmente.

Tras pasar la ermita-cementerio de San Cristóbal ya estamos en la parte superior del pueblo de Saldise.

Saldremos por la carretera de acceso al pueblo donde podemos contemplar un antiguo lavadero y una curiosa escultura. Seguimos hacia abajo la carretera que transcurre entre fincas de ganado, restos de robledal y pinares de repoblación a nuestra izquierda.

La carretera alcanza un cruce de carreteras, la que sube a Munárriz y la que va a Arteta y al centro del valle de Ollo y del diapiro del mismo nombre. Nosotros tomaremos la carretera de la derecha y siguiendo esta atravesaremos el río Udarbe u Ollo principal artífice del valle que lleva su nombre desde donde podremos apreciar el profundo valle excavado por éste hasta llegar a nuestro punto de partida.

La piscifactoría de Anoz con su preciosa secuoya, Sequoiadendron giganteum, una de las especies arbóreas que alcanzan mayores dimensiones en el mundo.