Oña - Reinosa En Oña, en la posada de "Oncebrutos", un tajahierros de tiempo libre; desayuno al müesly con yogourt y abundante bollería muy rica en colesterol. Con todas las fuerzas en su sitio, empezamos a desgastar energía en la subida al primer puerto, puerto que discurre por una garganta cerrada, con una vegetación autóctona densa y muy variada. Los hayedos, helechales, las carrascas, el pino rojo. Las ilaga u ollagas florecidas conforme vamos ascendiendo y los robles de noble porte nos recuerdan al mayo florecido por los trigales verdes y la explosión de la floresta en la altura, amenizados por una ópera cantada en inglés por Fran. Vamos ascendiendo por Terminón y podemos contemplar, desde lejos, una Iglesia románica del s.XII. Bueno contemplar, echar una ojeada, diría yo. El grupo no está por la visita histórico-artística, le interesa más el pedaleo. Seguimos ascendiendo hasta llegar a Hozabejas. Poco a poco van apareciendo los cerezos. Al torcer a la izquierda para seguir ascendiendo los cerezos nos invaden por doquier y la gula hace su aparición en los estómagos, gargantas, ojos y mentes del grupo. Nos apalancamos plácidamente con la cereza hasta que aparece el dueño. Azada en ristre y grito en voz. Grita, amenaza y no atiende a las amables disculpas del grupo y las más delicadas aún del diplomático Luis. Dori lo termina de arreglar con un chistoso comentario y pasamos de la azada a la amenaza de la escopeta. Todos sentimos más en el estómago y la piel su mal genio que las pocas cerezas que nos hemos comido. Cuando parecía que el puerto había terminado, atravesamos Escobendas de Abajo, conclusión evidente, hay que seguir pedaleando hasta llegar a Escobendas de Arriba y desde allí hasta Villaescusa. Son las once de la mañana. Pequeña crisis de lluvia, charla con las señora y lectura del Gara, que graciosamente nos regala la bilbaina de Villaescusa de Butrón (Burgos). Poco tardamos en empezar a padecer los materiales deficitarios que Liras nos ha colocado. Problemas en los cambios, pinchazos sin motivo, frenos gastados,... pero como el ánimo es grande y la superación constante, superamos los contratiempos; después de esperar al "Dori" el hombre de cuerpo serrano y bigote manchego, que como de costumbre se "pierde" sacando una foto, viendo una estampa o curando alguna de sus innumerables pupas. En dirección a Huidobro. "No le faltaba razón al bueno de Julito en Urbasa". Aquí perdemos el camino, el norte y parte del humor. El hijo de la Basi se mosquea, Andrés tuerce el morro y Javier calla sospechosamente. Finalmente y después de sopesar todas las alternativas, decidimos bajar por una senda de conejos. Todo derecho y sin armadura, ni mosquetones, ni cuerdas... por una senda infernal llena de zarzas, ramas y tiburones. Heridas variadas en brazos y piernas, algunas heridas aparatosas y con bastante cansancio accedemos a un prado lleno de barro, agua y excrementos de vaca por doquier. Allí el bautismo de expertos Mountain-Biker para todos. Con las indicaciones del lugareño, por el arroyo Molinillos nos dirigimos hacia Pesquera. El barranco es evocador y el paisaje nos colma estéticamente. Estamos en el Ebro, bordeando sus meandros de la sierra burgalesa. En Pesquera de Ebro, delante de la Iglesia, pequeño refrigerio, carajillo para entonar y algún cigarrillo. Son las dos cuando salimos hacia Tubilleja y Tudanca. Todo bajada, aprovechando un meandro en dirección norte. Al principio tomamos la carretera hasta Hoz de Arreba. Con los saludos cariñosos del personal que descansa a la sombra seguimos por un Ebro majestuoso hasta que se nos cierra el cañón y el camino. Ascenso de 15 minutos bici al hombro. Fotos y comentarios subidos de tono del amigo Doris. "A tí por qué te llaman Boris?" en nostálgico recuerdo del año pasado. Espectacular bajada por el pedruguero. Andrés se cae aunque no dice nada por aquello del champang. Subimos a la carretera en dirección a Soncillos. Mientras el apetito voraz hace aparición, apretamos en la subida de un puerto que rompe el grupo. El hombre gomático-Julito está flojo. Alfonso menos fuerte de lo esperado. Y el Bravo león de Puente se nos hunde en la miseria. Vamos, que nos las prometía enormes todas las mañanas atacando despiadadamente y para mitad de puerto siempre con la lengua fuera o remolcándose cuesta arriba. Como siempre, Luis y Andrés buscan entre su solidaridad y ayudan al rezagado. Al llegar a Soncillos torcemos a la derecha y tras pasar una "picarra" corta, entre cantos a propulsión y sin moneda, llegamos a un fabuloso campamento de "en Tiempos de la Falange". Mesas, bancos y bajo la inmensa sombra de un añoso roble comemos plácidamente. Siesta, descanso de 15 minutos, la meada pertinente y la ocurrencia del día: Fran decide que "TODOS SOMOS ENCANTADORES". Con Pacojones recuperado nos tomamos un cafetito en el bar de Soncillos, en compañía del un vasco peneuvero desterrado, que nos contó sus historietas de la época de la posguerra. Luis, que sube pocas veces a cabeza y ordena menos al personal, nos demuestra su autoridad para que nadie se desmadre. Hemos recorrido 75 km. Falta una tirada hasta los 115 km. para llegar a Reinosa. Por un terreno rompepiernas a lo largo del Pantano del Ebro y agrupados en pelotón pedaleamos conforme va cayendo la tarde. Alguno se pone un poco rarico. "Ya se sabe, el cansancio hace su presa". El hombre gomático da bastante que hablar y los de las fotos también incordian lo suyo. Al llegar a puerto, crisis en la plaza del Ayuntamiento para encontrarnos mientras contemplamos el yugo y las flechas que todavía penden en Reinosa. Cena por todo lo alto. Gotelé en pub nocturno y mientras algunos juegan al futbolín se dejan meter goles por las miradas de lascivia que se escapan a un grupo de separadas que no nos quita ojo. Como somos muchos y muy conocidos, todos nos vamos a dormir y aunque dormimos con los ronquidos de algún compañero, soñamos con las encendidas miradas de las mozas; bueno, alguno recuerda tiernamente a su dama.
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