Según llegamos al aparcamiento que hay en lo alto del puerto de Urbasa, poco después de pasar el cruce del arranque de la carretera de Limitaciones y en cuanto damos vista a la parte superior de la sierra, dejamos el vehículo a la derecha, en una amplia zona.
Hacia el este, es decir, alejándonos de la carretera más allá de la zona de aparcamiento, subimos suavemente y encontramos en breve tramo el borde sobre el circo del Urederra.

Borde del Balcón de Pilatos.
A la derecha tenemos el valle de Amescoa Baja, con Baquedano, Gollano, Artaza, Baríndano, Zudaire y la carretera del puerto.
Nos vamos desplazando hacia la izquierda, cerca del precipicio, con precaución, para ir disfrutando de diferentes vistas.

Hay un esbozo de camino que seguimos pero que termina enseguida junto al borde. Hay que meterse algo a la izquierda para bordear una alambrada protectora.
0:15 - Debajo tenemos, si nos acercamos al borde, la surgencia del Nacedero del Urederra. Pero hay que asomarse con cuidado. Es mejor verla desde el otro lado del Balcón, cuando hayamos dado la vuelta a todo el circo.

Habiendo recorrido el borde con detenimiento, llegamos ahora junto a una viejo panel, del que sólo queda la estructura. A su lado la alambrada tiene un paso tipo «burladero». Cruzamos a la izquierda y podemos continuar por la pista o cerca de la misma.
No obstante pronto el terreno queda limpio hasta el borde, y en ese caso puede merecer la pena circular por el lado derecho de los alambres.
Los buitres sobrevuelan continuamente la zona, aprovechando las corrientes ascendentes de aire caliente que se generan en el interior del circo rocoso orientado al sur.

En una esquina de la alambrada hay una puerta de hierro pintada en color verde desde la que se inicia un sendero descendente, herboso.
Es el «Puerto Viejo de Baquedano» o «Portuzargaina» que desciende de forma magistral hasta la localidad, abajo en el valle.
Se describe en otras rutas, pero en ésta vamos a continuar por la parte de arriba rodeando el precipicio.
Unos trescientos metros más adelante, si nos detenemos y miramos hacia el otro lado de las paredes, podemos contemplar el afloramiento del Nacedero del Urederra (de forma mucho más cómoda que antes).
Podemos incluso aprovechar para descender por la senda del puerto mencionado hasta una hermosa repisa circular (unos 200 metros), desde la que la vista es espectacular.

La pista se aleja del borde del Balcón hacia la izquierda en diagonal.
Se empina el terreno un poco.

Ahora volvemos a ir en llano.
Borda de Narciso a la izquierda de la pista.
Pocos metros más allá…

Paso canadiense que salva una alambrada.
Al otro lado, de inmediato, el camino se divide en dos.
Por la izquierda tomamos el de Bardoitza.
Es más estrecho que la pista que hemos dejado.
Con marcas de rodadura, sin embargo el suelo es herboso y todo produce una impresión de recogimiento, después de los dilatados panoramas que hemos disfrutado. A la izquierda nos acompaña una alambrada y a la derecha un hayedo.

Bifurcación. Por la izquierda, rectos.

Paso canadiense.
Estamos en el Portillo de «Bardoitza». A la derecha sube la tapia que estamos superando hacia unas bordas.
El terreno se despeja de inmediato y nos adentramos en el raso.
Cercana, a la izquierda, vemos la tapia circular que protege la boca de la sima de «San Pablo». A la derecha el terreno desciende con afloramientos pedregosos hacia el borde del hayedo. Las marcas del camino mantienen la dirección.

División en dos ramales. Por la izquierda, rectos (el de la derecha marcha hacia el linde del bosque).
Dos minutos más tarde, aunque unas marcas se van por la izquierda, mantenemos el principal, hacia una zona arbolada (siguiendo marcas amarillas y blancas de un PR pintadas sobre cairns, montones de piedras en el borde derecho del camino que nos acompañarán hasta las balsas).
Pronto nos metemos bajo las hayas (4,81 km).
En tres minutos salimos de nuevo al raso.

Tras una larga travesía por el raso de Bardoitza llegamos a la altura de las dos balsas que ocupan la parte baja del mismo.
Las vemos a la izquierda de la trayectoria. Al frente tenemos el borde del bosque que cierra de forma definitiva el raso. Pero éste se extiende hacia el norte.
Abandonando el camino nos dirigimos hacia las balsas bordeándolas por la derecha.
(En la imagen vemos el itinerario a seguir, que se describe en detalle en la siguiente secuencia).

Son dos balsas, una al norte de la otra, muy juntas. Casi siempre hay ganado alrededor.
Si las hemos bordeado por la derecha ahora, dándoles la espalda y mirando hacia el nordeste, vemos elevarse el terreno. Cerca del linde del hayedo que llega hasta esa zona por nuestra derecha, el terreno tiene afloramientos pedregosos que le dan un color grisáceo. Buscamos las marcas que en diagonal, y alejándose de las balsas, suben hacia esa zona.
Conforme nos acercamos al punto donde termina el bosque y empieza la zona pedregosa vamos ganando algo de altura y encontramos una curva donde cambiamos de dirección para llegar a la parte más alta.
Estamos en el punto más alejado del principio del recorrido. Aquí iniciamos el regreso girando hacia el noroeste y, por la parte superior de este terraplén, el camino nos lleva hacia otra zona de hayas.

El camino que se había definido sobre la hierba gira casi 180º para no entrar en el bosque y bajar a la derecha.
Aquí lo abandonamos y seguimos rectos por lo más alto, para meternos entre los árboles, por terreno en el que el único obstáculo lo constituyen las ramas caídas y las piedras que de vez en cuando afloran del suelo.
Pronto encontramos a nuestra derecha una alambrada. Va a acompañarnos durante un buen rato. Podemos ir junto a ella o, si nos resulta más cómodo, unos metros a la izquierda, por lo más alto.

La alambrada traza un ángulo recto girando a la derecha. Tiene una escalerilla que no sobrepasamos.
Treinta metros más allá desciende un camino que llega de la izquierda, del raso, y que toma la misma dirección que el alambre.
Inicia suave descenso que durará unos seis minutos.
Seguiremos este camino durante bastante rato, hasta salir a la borda de Arratondo. La alambrada sigue a la derecha.

De pronto la línea de estacas traza otro giro de 90º y las perdemos de vista definitivamente.
Seguimos el camino, muy claro (no plantea duda alguna). Mantenemos todo el tiempo la protección del bosque.
Cuatro minutos después…

De improviso, y tras una pequeña remontada, aparecemos en terreno despejado y al mismo tiempo con una gran borda a la izquierda.
Aprovechamos un camino que comunica la borda con una pista cercana para mantener la dirección que llevábamos.
Es la borda de Arratondo. A medida que salimos al Gran Raso vemos otras dos, más pequeñas, a la derecha, entre los majuelos.

Cruzamos la pista principal y, manteniendo, rectos la dirección que llevábamos, avanzamos sin camino definido por el raso, entre los majuelos.
La hierba es limpia, regular. El terreno está lleno de las pequeñas elevaciones provocadas por los topos.
El Gran Raso se extiende al frente salpicado por pequeños arbolillos (majuelos). En el horizonte asoma, tras las crestas de Urbasa, la cima de Aizkorri (que nos puede servir de referencia para mantener la dirección).
A la izquierda llama la atención la pervivencia de una vieja caseta transformadora, en ruinas, que se levanta entre los espinos.

Cruzamos una serie de marcas en la hierba a medida que vamos descendiendo con mucha suavidad hacia el centro del Raso. Repetiremos estos cruces en más de una ocasión.
Pero mantenemos la dirección hasta que, por la izquierda, veamos la oscura silueta del pinar de Arratondo, una repoblación de pino royo que se levanta hacia el oeste en mitad del paisaje.
Cuando lo tenemos a la vista vamos derivando hacia ese lado para enlazar con…

Encontramos camino ancho, claro y marcado, que marcha hacia el pinar para bordearlo por la izquierda (el lado sur).
Forma este bosquete una mancha de forma cuadrada que se ve de lejos, desde los bordes del Gran Raso.

Borde sur del pinar.
El suelo del mismo permanece muy limpio. El camino pasa por este lado y continúa más allá por el raso.
Vamos dejando atrás muchas marcas que se cruzan en perpendicular con las nuestras. Mantenemos la dirección durante un buen rato.
2:39 - A la derecha vemos una balsa.

A la izquierda (hacia el sur) tenemos unas elevaciones con una pequeña depresión entre ellas por la que pasan unas marcas que vienen también a cruzarse con las nuestras. Más allá, algo alejado, vemos también el borde de otro pinar de repoblación.
Giramos 90º para seguir estas marcas e iniciar suave remontada hacia el sur mientras damos la espalda al Palacio de Urbasa, a la vista a unos 800 metros hacia el oeste.
2:54 - Pasamos entre las dos elevaciones y enseguida vemos asomar los tejadillos de una borda al fondo, en línea recta con las marcas por las que estamos subiendo. El pinar antes mencionado queda a nuestra derecha.

Portillo en la tapia que separa Urbasa y Limitaciones.
A la izquierda queda la borda de Iñiguez.
Nada más pasar el portillo vemos, a la derecha, otra borda. Hacia ella nos vamos, aunque de inmediato veremos que hay otras más cercanas frente a nosotros.

Borda de Iruleze.
El camino pasa junto a ella y sigue recto.
Dos minutos después (150 metros más allá), rodeando una pequeña chabola de obra, abandonamos el camino para torcer a la izquierda y acercarnos a la visible pista que circula más allá.

Pista hormigonada, ancha. La seguimos hacia la derecha, hacia la cercana carretera.
Cuando nos faltan 100 metros para llegar al asfalto podemos abandonar la pista y, por la hierba, sin obstáculos apreciables, torcemos a la izquierda para alcanzar el aparcamiento.

Otra vez en el aparcamiento del inicio del recorrido.
Fin de la excursión.